La importancia de la iluminación en museos.

Hay infinidad de formas de ver y visitar un museo, pero la que nos une a todos es la iluminación. Esta hace resaltar los objetos mas interesantes...

Cada persona tiene una rutina diferente cuando visita un museo. Algunos se detienen en cada obra, otros las ven por encima hasta que algo llama su atención, y luego están los que ya han visto varias veces la colección, pero disfrutan con su compañía y agotan la tarde paseando entre las salas. Los museos son lugares vivos, llenos de arte o historia, pero es cierto que no tendrían sentido si no tuvieran nada que mostrar en su interior o si no hubiera luz que dejara ver lo que esconden.

La iluminación es un factor primordial en un museo. Es el elemento que nos permite disfrutar la obra tal cual es, con todos sus matices cromáticos y formales. 

Georges Braque decía que “los objetos no existen para mí, salvo que exista una relación armónica entre ellos y también entre ellos y yo”. La luz debe establecer esta relación armónica entre objeto y espectador para que las obras puedan apreciarse correctamente. Pero a veces no debe verse solo como algo funcional, es también un elemento plástico, como la pintura y escultura, capaz de generar emociones y comunicar. En determinadas exposiciones, la luz contribuye al significado de la obra y genera el contexto expositivo adecuado, posicionando al espectador en un estado emocional en el que perciba la obra en su total complejidad.

El efecto nocivo de la luz es acumulativo, por ello la iluminación museística debe ser exquisita y rigurosa. Los requisitos de conservación de las obras exigen la elección de una fuente de luz y óptica adecuadas, cantidad de flujo luminoso e incluso determinadas características en las instalaciones eléctricas. Pero debemos encontrar el equilibrio entre proteger la obra e iluminarla cumpliendo tres premisas básicas: que no existan deslumbramientos ni reflejos, uniformidad lumínica y una reproducción cromática lo más cercana posible a la de la luz natural.

La aparición del LED ha permitido mayor flexibilidad a los diseñadores para cumplirlas. Y es que el LED no emite rayos ultravioleta, no irradia calor y tampoco infrarrojos. Los nuevos proyectores LED que tenemos en el mercado poseen, además, un índice de reproducción cromática superior al 90% y pueden evitar los temidos deslumbramientos con pequeños accesorios, olvidándonos de las rejillas panel de abeja y las famosas aletas.

El control también es un punto importante en los museos. Deben tener como mínimo dos tipos de iluminación: una para el mantenimiento y otra para las salas. Esta última debe poder ser regulada en función de las necesidades de cada exposición. Para la gran mayoría de exposiciones, se utiliza un sistema de control que permite la regulación de la iluminación de todo el edificio desde una sencilla interfaz web.

No hay una fórmula única para una buena iluminación, en eso reside su encanto y complejidad. Aunque iluminar correctamente es un arte, la protagonista en este caso es la pieza que está expuesta. El buen trabajo de iluminación es el que trasciende en el tiempo y pasa desapercibido, convirtiendo la obra en la máxima protagonista del espacio.